Ganadora "Relatos de Cuarentena"

Ganadora "Relatos de Cuarentena"

Reflorecer

Clara, como otros millones de personas, se vio interrumpida en su vida laboral, por lo que tuvo que optar por quedarse en su casa por la extraña y amenazante pandemia que azotaba a todas partes del mundo. Al ser una trabajadora de una empresa de publicidad, y para no exponerse, empezó a trabajar con el ahora popular teletrabajo.

Esta situación no solo la dejó confinada en su casa, sino que también la dejó a solas con sus pensamientos. Poco a poco, mientras estaba conectada en la aburrida reunión de trabajo, los recuerdos de su juventud empezaron a florecer nuevamente en su memoria, cuando ella pintaba para expresar todo lo que sentía y cuando era destacada por su gran creatividad, hecho que se reflejaba en los diversos premios de concursos de pintura en que participaba.  Pero solo eran eso, lindos y cálidos recuerdos, ya que por la presión de sus padres y sus profesores, la incitaron a elegir el camino de una carrera “seria”, pues, según ellos, y gran parte de la sociedad, consideraban que la pintura y la creatividad no la llevarían a  ningún lado. Es así como estudió marketing y publicidad, viendo el lado positivo, podría utilizar y explotar su creatividad en su trabajo. Pero con el paso del tiempo, se dio cuenta de que la vida muchas veces es decepcionante y solo le quedaba resignarse, ya que sus ideas no siempre eran escuchadas y que siempre se tenía que seguir el mismo esquema.

Ya había terminado la reunión con su equipo, así que decidió hacerse algo de comer y prender la televisión. El número de contagiados y fallecidos era cada día más preocupante, lo que hacía que su día se viera mucho más gris de lo que realmente era y las nubes que anunciaban la llegada de un temporal, tampoco ayudaban. Estaba sirviéndose café en una taza, cuando se le derramó gran parte en el suelo. Al ver la mancha que el café había causado, inmediatamente recordó cuando estaba en aquel taller de acuarelas que tanto le gustaba. La manera en la que un árbol o una rosa se formaban con solo pigmento y agua la maravillaba demasiado, era como crear vida. Con una leve sonrisa limpió ese pequeño charco. Luego de eso se dispuso a ordenar un poco su casa, durante esos días se había vuelto su forma de controlar el estrés. Estaba acomodando unas cajas en lo alto de su mueble, cuando se cayó una antigua caja de pinturas que guardaba, la cual rara vez veía. Eran sus materiales de arte y algunos reconocimientos de concursos ganados.  Tomó una pequeña croquera de dibujos, un lápiz, se dirigió a su escritorio, se sentó y empezó a dibujar. Con cada trazo que hacía sentía cómo su corazón latía nuevamente; era como si estuviera de nuevo en ese taller, con esos hermosos atardeceres y escuchando sus canciones favoritas que tanto la inspiraban. Perdió la noción del tiempo, del pequeño departamento en el que vivía y de los pájaros que de repente paseaban por su ventana, dibujando retratos. Entusiasmada, buscó sus acuarelas y comenzó a pintar. Su vida, después de años, había vuelto a tener esos suaves colores que tanto la representaban. Después de haber dibujado y pintado lo suficiente, se sorprendió al ver que ya había atardecido y se fue a dormir con una gran sonrisa en su rostro, esperando con ansias la siguiente mañana.

Cuando despertó seguía nublado, incluso llovía. Pero la sensación al ver ese cielo gris era completamente diferente a la de ayer. Se bañó y vistió formal para estar decente en la reunión. Esta vez, gracias a lo bien que se sentía, dejó de ser la persona que no opinaba e insistió en su idea que había sido rechazada para el proyecto y pese a la alta negativa por parte de sus compañeros, finalmente la tomaron en cuenta. Independientemente de lo animada que estaba, le fue imposible ser indiferente al enterarse de los nuevos casos, que últimamente parecía que no cesarían. Esa tarde en su escritorio plasmó su miedo, tristeza y esperanza en papel.

Las semanas pasaron y cada vez incluían más sus ideas en su trabajo, por fin la reconocían como una persona con mente creativa, hecho que no había pasado en los largos 10 años que llevaba trabajando en esa empresa y que obviamente, la alegraba demasiado.

La energía que caracterizaba a la Clara de 17 años se mostraba nuevamente luego de tiempo estando apagada, sus amigos y su familia lo notaban cada vez más, sobre todo sus padres, que se sentían culpables de no haberla alentado a cumplir su sueño, pero se conformaban al escuchar lo emocionada que estaba su hija al retomar la pintura.

Junto con la primavera, la cuarentena llegó a su fin. Las personas eran como flores que crecían en las diversas calles de las ciudades en todo el mundo, la normalidad que se disfrutaba antes de marzo volvía tímidamente a ser una situación familiar. Y con eso, una idea nació dentro de Clara. Era obvio que no podía simplemente renunciar a su trabajo, ya que de otra manera no podría costear todos los gastos de su vida adulta. Pero algo era seguro y era que esa pasión que tanto había escondido no la volvería a callar.

Ese verano se convirtió en el primero de muchos en los que asistió a un taller de arte. Su nerviosismo estaba a flor de piel, debido a que era la única mujer adulta en esas clases donde la mayoría eran niños y adolescentes. Pero, luego de empezar a recibir elogios por sus dibujos y lo mucho que lograba transmitir a las demás personas, se sintió cada vez más cómoda, estaba retomando un sueño, un sueño que creía marchito y que silenciosamente florecía de nuevo.